Una mirada relacional al aprendizaje
En los últimos años, la Pedagogía Sistémica ha ido ganando presencia en el ámbito educativo como una herramienta que permite comprender con mayor profundidad el contexto del alumnado. A diferencia de enfoques centrados exclusivamente en el individuo, esta propuesta parte de una idea clave: cada persona forma parte de un sistema, y ese sistema influye directamente en su manera de estar, aprender y vincularse.
Aprender desde el sistema familiar
La Pedagogía Sistémica se nutre de las bases de las Constelaciones Familiares desarrolladas por Bert Hellinger y fue aplicada al mundo educativo principalmente a través de la experiencia de Angélica Olvera y el equipo del CUDEC en México. Desde esta perspectiva, se reconoce que el alumnado no llega solo al aula, sino que trae consigo una red de vínculos familiares, historias, lealtades invisibles y dinámicas que impactan, muchas veces de forma inconsciente, en su proceso de aprendizaje.
Esto permite a los y las docentes adoptar una actitud más comprensiva, ampliar la mirada y actuar desde un lugar más integrador, reconociendo que los “problemas” de conducta, desmotivación o bajo rendimiento pueden tener raíces más profundas que no siempre son evidentes a primera vista.
El vínculo como eje
Uno de los aspectos centrales de la Pedagogía Sistémica es el vínculo: entre el alumno o alumna y su familia, entre la familia y la escuela, entre el o la docente y su propia historia familiar. No se trata solo de métodos de enseñanza, sino de una forma de estar presente en el aula, de establecer relaciones con más consciencia y sensibilidad a las dinámicas sistémicas.
El alumno José Antonio Segovia lo resume de forma clara:
“El árbol familiar da cobijo, fuerza y raíces para validarnos y gestionar situaciones que pensamos imposibles y enfocarnos con decisión y claridad. Me siento más preparado/a para leer lo que hay detrás de una conducta, de una dificultad laboral (no encontrar empleo o sentirse desubicado) o de un conflicto. Siento fortalecida mi VOCACIÓN profesional, y capacidad de intervenir con creatividad. Y, sobre todo, me reconozco con más recursos internos para sostener y facilitar procesos con personas y grupos: jóvenes, mujeres, personas adultas, colectivos de riesgos de exclusión.”
Una pedagogía para educadores y educadoras
Esta mirada no está dirigida únicamente a quienes trabajan en el aula. También resulta útil para orientadores, educadores sociales, terapeutas, y cualquier persona implicada en procesos de acompañamiento o formación. Aplicar el enfoque sistémico implica reconocer que cada acto educativo tiene resonancia más allá del momento presente, y que en él intervienen múltiples capas de experiencia, historia y relación.
En síntesis, la Pedagogía Sistémica no propone recetas, sino una forma diferente de observar. Invita a los profesionales a incluir en su mirada elementos invisibles pero determinantes, y a hacerlo desde el respeto, la inclusión y el reconocimiento de la historia de cada persona.